Día a día, me has enseñado algo nuevo, aportado una lección más. Has apoyado y sonreído a todo lo malo para convertirlo en mejor, has leído lo indestructible y hemos sido hipócritas como nadie, a la vez. Porque el tiempo va pasando y no se va a detener, y mientras corre el secundero al hablar contigo, se frena en el momento de soledad rodeada de 300m2 vacíos.
Y ahora lees y recuerdas lo que le dijiste a alguien que no merecía tanto la pena como jurabas. Y sientes y lloras, y te envuelves en el arrepentimiento de la ingenuidad, y te preguntas qué pasó esos días en tu mente para no poder abrir los ojos. Ese escalofrío que aporta un sudor interno al no saber cómo ni cuándo cambiaste de opinión, que hizo que esas nubes bajasen a verte, qué hizo que esas palabras convirtiesen lo innombrable en algo digno de ser gritado. No entiendes ni la forma en la que llevó a cabo su ansia para llenar tu tranquilidad de agarrones separados y luces apagadas. Ves cómo es típico y no entiendes el porqué de tanta incomprensión.
¿A caso llevas 3 años equivocada?
