Ya he vuelto. Suiza, maldita Suiza, malditos suizos. Bordes, aires de superioridad, sosería.. y no paro de llorar por lo mucho que lo echo de menos. En dos semanas he conocido tantas vidas, tantos problemas, tantos mundos separados por kilometros que hoy juran que nos volveremos a ver. Y te quedas con el porqué de la lágrima recorriendo tu mejilla, el porqué del rimmel movido, el manchurrón de ''te echaré de menos'' que tenías escrito en la típica camiseta de campamentos. He aprendido a ser feliz como sólo todos ellos me han enseñado a hacerlo. Esperaba tranquilidad, un verano repleto de lloros y de locuras rabiosas por salir, y me encuentro con esto. Con las mejores personas que he conocido nunca, con gente proveniente de tantas vidas distintas. Denuncias por violencia, bulimias, situaciones familiares insostenibles (y yo me quejaba de la mía). Tanto para llegarme a mí que tengo tan poco que ofrecer, y tanta ansia por aprender. Gracias a Dios hoy sí que puedo ver lo que es la vida para cada uno, lo que para uno es un problemón para otro ya se ha convertido en ley de vida, he conocido la simpatía, la humildad, la felicidad sin ninguna máscara, simples ganas de pasarlo bien y reir con quien sea que tengas al lado. Diferencias de edad que quedan enterradas por momentos que nunca olvidaré, porque ahora mismo me sostienen. Y parece mentira, pero ni la persona que siempre está en mi mente me ha hecho ser tan feliz. Eso es lo malo de las fechas caducadas, que cuando caducan, es cuando tienes ganas de recuperar lo que has perdido por no saber aprovecharlo.
María B, la enana, Ale, Carmen N, Anne, Juan, Jaime, Juanvi, Rocio, Saleta, Adrian, Alex, mi Regi, Yerbas, Elisa, Cofradía, y los que falten. Es increíble como cuando menos te lo esperas te encuentras con algo mucho mejor que la felicidad.
