Sólo hablaban de los dos, de ti y de mí, de una historia común. ¿Una historia feliz? Tú sabrás.
Yo creo que esas letras nos manchaban de negro, enrrojecían nuestras mentes y nuestros corazones, tatuados, borrachos, recordando desgarrados olvidos que sienten tener que traicionar a su dueño. Y volver de nuevo a quererte, y de nuevo desear no perderte.
Miedo, pudor. Al mismo tiempo mediocridad, ilusión, repugnancia. A la vez felicidad (siempre ensuciada con un leve toque de alcohol). Un ligero olor a tabaco nos acompaña, y un mareo, un dolor de cabeza, un pensamiento pensado por un sentimiento, sonrisas vendidas, miradas cómplices acompañadas por guiños insignificantes nos abrazan.
¿Por qué han de ser escondidos los secretos y los sueños?
