Es mi única salvación. El saber que vayas donde vayas, estoy contigo. Cuando duermes, intento mover los hilos de tu sueño desde mi cama, introducir como a una marioneta a mi personaje en tu cabeza. Controlando tus acciones, tus sonrisas. Tus lloros. Soy lo que tú eres cuando estás mal. La diferencia entre lo equivocado y lo conseguido entre mi corazón y el tuyo. Soy el compañero de tu órgano vital, robado hace ya dos años. Tienes dos órganos que te bombeen la sangre. El que sentado, mira al cielo, y se abraza a él, y el que sólo vuelve a su lugar los jueves en un tren. Sin destino. Escasos 9 minutos dónde me puso mi dueña. Pero es que yo sólo estoy cómodo cuando me abrazo a tu imaginación, a tus ojos. Cuando voy contigo de la mano en busca de un nuevo sueño. Soy el que provoca que la ilusión exista, el que te intenta hacer sonreír. El que ha resucitado más de mil veces gracias a tí en los últimos 5 meses. Soy el que no sabré quién soy el 23 de junio. El que echará de menos. Al que abandonarás en la estación, y recogerás el 11 de septiembre. Soy la metáfora de la antítesis comparada. Soy el juego de palabras que se cansó de jugar hace mucho.
Soy la irrealidad más real. Más sufrida. El corazón regalado.
